2.2 PUNTOS DE REFERENCIA HISTÓRICOS
Conservación del estilo y unidad estética
El arquitecto Eugène Emmanuel Viollet-le-Duc (1814-1879) es experto en restauración y teórico de la arquitectura francés, cuyo papel se asocia sobre todo al movimiento neomedieval, corriente cultural nacida en Europa en las primeras décadas del siglo XIX y que impulsó, entre otras cosas, un renacimiento de la arquitectura románica y gótica. Como amigo del primer Inspector General de Monumentos Históricos de Francia, Prosper Mérimée, Viollet-le-Duc participó desde muy joven en el debate sobre la conservación de los monumentos nacionales, en su mayoría de la Edad Media, que habían sufrido los daños y estragos de la Revolución Francesa. Fue el responsable de dar forma a la teoría de la restauración, en estilo, que dominó la escena internacional durante la mayor parte del siglo XIX y el primer tercio del XX. Sus teorías se basan en la idea de que el valor de un monumento reside en su forma y estilo, que la restauración debe esforzarse por recuperar. Esto fue posible gracias a la nueva disciplina de la historia de la arquitectura y a la clasificación de los edificios por escuelas y épocas, junto con su estudio analógico-comparativo, ideas promovidas por Viollet-le-Duc y sus seguidores. La creencia subyacente es que la arquitectura contemporánea puede mejorar y perfeccionar un edificio y la obra del arquitecto original, dado su acceso a más información y a un conocimiento más profundo y generalizado del periodo.
Con Mérimée como mentor, en 1838 Viollet-le-Duc fue nombrado auditor de la Comisión y a partir de 1840 se le encargaron múltiples proyectos de conservación en toda Francia. Entre ellos cabe destacar la ciudad de Carcassone, un antiguo asentamiento militar romano con sus fortificaciones medievales en ruinas que se habían estratificado a lo largo de los siglos. Carcassone, enclave estratégico que une el Atlántico y el Mediterráneo a través de Toulouse, se caracteriza por las huellas de galos, romanos, visigodos y diferentes periodos medievales franceses, principalmente el siglo XIII. Se trataba de un doble complejo con 3 km de murallas en las que se alzaban 52 torres y varios edificios, entre ellos la Porte Narbonnaise y la Église Sainte-Nazaire.
Durante más de veinte años, Viollet-le-Duc trabajó en la reconstrucción estilística completa del complejo. No es de extrañar, ya que consideraba que los arquitectos estaban obligados a realizar un minucioso estudio previo para aplicar el espíritu original de la obra al reconstruir una construcción incompleta. Sostenía que el edificio debía alcanzar una unidad estilística ideal adecuada al concepto hipotético del creador original. El resultado fue un curioso conjunto creativo de torres, almenas y reconstrucciones combinado con un apasionado triunfalismo regenerativo romántico en busca de un "todo perfecto", donde los logros de la construcción medieval se entrelazaban con los avances técnicos de la arquitectura de la época.
Ruinas, pátinas y el paso del tiempo
El intelectual inglés John Ruskin (1819-1900) fue el líder del movimiento “restauración”. Aunque a veces malinterpretadas, algunas de las principales ideas expuestas por Ruskin y su alumno William Morris se consideran hoy cruciales en la conservación moderna del patrimonio cultural. Entre otras se defiende la mínima intervención, la idea de que los edificios no nos pertenecen, sino que son propiedad tanto de nuestros antepasados como de nuestros descendientes, por lo que tenemos la obligación moral de protegerlos y garantizar su mantenimiento diario. Son aspectos que muestran una actitud más respetuosa hacia el monumento ligada también a la noción romántica de ruina, el pintoresquismo y la sublimidad característica del siglo XIX en su apogeo.
En 1877, guiados por Ruskin y Morris, un pequeño grupo de entusiastas pioneros puso en práctica estas ideas, creando el primer movimiento para la conservación de edificios en Inglaterra. Esta organización, la SPAB (Sociedad para la Protección de Edificios Antiguos), sigue existiendo en la actualidad. Las ideas originales de esta Sociedad, expresadas en su manifiesto, guiaron los trabajos de conservación tanto en el Reino Unido como en el extranjero, sobre todo en la protección del complejo de San Marcos en Venecia. En este contexto, el comité internacional de la SPAB rechazó las propuestas estilísticas del arquitecto italiano Giovanni Battista Meduna (1800-1886), que había realizado previamente intervenciones de reconstrucción y restauración de Venecia (Teatro La Fenice, Ca' d'Oro y Chiesa di San Silvestro). Esta acción atrajo una amplia atención internacional con el objetivo de proteger lo que se conocía como la "Piazzetta" de San Marcos, el lateral de la basílica bizantina de estilo gótico con la conservación del conjunto y de los posteriores añadidos de obras de arte saqueadas en las guerras por la República frente al proyecto de Meduna, que quería eliminar los estratos y los añadidos no originales. Finalmente, la opinión pública y política le puso freno, apoyando los principios de conservación propuestos por el SPAB.
¿Imposibilidad de equilibrio entre posiciones?
El arquitecto italiano Camillo Boito (1836-1914) fue el autor de una "tercera vía" entre los extremos de los excesos reconstruccionistas de la restauración en estilo y el movimiento radical “antirrestauración”, que prefería que un edificio se quedara en ruina antes de llevar a cabo una intervención en él. Con su teoría de la conservación científica, Camillo Boito aportó algunos de los elementos que serían claves en la conservación del siglo XXI: la primacía de la conservación sobre la restauración, la legitimidad de la restauración entendida como intervenciones mínimas necesarias, la obligación de preservar la autenticidad de los monumentos respetando todas sus etapas y la distinción visual de los nuevos materiales añadidos en la intervención. Las propuestas de Boito remitían a la disciplina, al uso del análisis lingüístico y a la crítica textual, para reconstruir e interpretar correctamente textos o documentos. Boito defendía el derecho a restaurar un edificio antiguo utilizando nuevos elementos para garantizar una interpretación global clara, aunque las nuevas aportaciones debían reflejarse utilizando señales diacríticas, empleadas para hacer que una parte destaque del contexto donde se encuentra (tal y como en gramática se utilizan tildes, comillas, cursiva). Este paralelismo entre restauración y filología se basaba en dos principios fundamentales: la distinción de la intervención (es decir, la restauración debía permitir distinguir las piezas nuevas de las antiguas) y la notoriedad de la intervención (la restauración realizada debía ser ampliamente difundida para no añadir falsedad al edificio intervenido). Una actuación interesante llevada a cabo por Boito fue la restauración de Porta Ticinese en Milán (1861), parte de las antiguas murallas de la ciudad. Boito eliminó los edificios que se habían ido superponiendo por etapas tras la Edad Media, y reivindicó los dos arcos laterales. También añadió acabados parciales a las dos torres de ladrillo en una intervención que se reconocía gracias al color y la textura de los elementos, las juntas, los detalles y las formas simplificadas. Este proyecto también restauró las ventanas de arco apuntado y rejuntó el ladrillo en varias fábricas, dejándolo visto.